domingo, 17 de enero de 2010

Memorias de un hombre común

Mayo catorce de dos mil seis
Día de la madre, día de las madres: Día del comercio. Pobres mamás que conozcan por un regalo que sus hijos las quieren. El amor no necesita materialización diferente a las caricias, besos, abrazos, compañía, voces al oído; manifestaciones de los sentimientos. Desde chiquitos -cuando empezábamos a orinarnos los pantalones cortos- nos enseñan a regalar a la mamá, cuando antes nadie nos enseñó a acariciarla, besarla, abrazarla y decirle ga, buá, má, agugú, pero lo hacíamos y ella era muy feliz sin regalos.

Ahora hay que regalar para ser buen hijo; si no hay plata, le prestan. La publicidad lo dice; se puede financiar el regalo de la madre en cómodas cuotas mensuales, así choque con los servicios públicos o la pensión del hijo estudiante o la remesa de cada mes. Mientras más caro sea el regalo, más cariño se tiene por mamá. Lo dicen los comerciantes que saben de sentimientos, como mi primo bobo sabe de viajes en ovni.

Hay publicidades que exaltan lo nimio y vilipendian al amor. Una de estas decía: “Haga feliz a mamá, en su día. Regálele una lavadora Sanson”. Si hacer feliz a la mamá es ponerla a lavar ropa, así sea en una lavadora automática, en su día, los conceptos de felicidad han cambiado.

También regalan a la madre ollas arroceras, hornos, baterías de cocina; la ponen a cocinar cuando termina de lavar y después a aspirar y encerar el piso, con la última tecnología que al aspirar se traba y cuesta tanto la destrabada como la aspiradora y enceradora juntas. A la pobre madre le resulta más económico tirar al patio los regalos electrodomésticos y volver al sistema de escoba y trapeador. Este nunca se traba, si acaso elimina el ruido y la pereza.

Hay regalos grotescos. Como el hijo que le regaló un automóvil a la mamá, cuando ella nunca ha conducido un vehículo en su vida; salvo la vez en que estuvo de pie al frente del coche fúnebre, cuando murió su esposo. La mamá tiene que contratar los servicios de un chofer, razón por la cual sale más caro el conductor que el carro.

En los tiempos que transcurren hay mamás muy jóvenes y modernas; con decir que casi todas tienen dos hijos y ningún esposo. Sin embargo las canciones que exaltan la calidad de madre siempre hablan de la mamá vieja. Los compositores de antaño se acordaban de cantarle a la madre cuando ya estaba en las últimas, cuando solo cabía el lamento del hijo que no fue capaz de hacerla feliz. ¿Por qué, pregunto, no hay compositores nuevos que inventen canciones a la madre joven, que sean alegres como un ringlete?  La canción a la madre no debe ser triste, como la vida tampoco es lamentable -así estemos casados y con deudas- y la madre es ante todo vida que siempre procura felicidad. ¿Por qué tenemos que llorar cuando le cantamos a la mamá?
   
Pasó el día de la madre. Para muchas mamás fue la ocasión de aglutinar a los hijos dispersos y a los nietos desconocidos; para la mayoría un alto en la rutina de este trajinar comercial con hijos presentes y ausentes, pero siempre amados.

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