lunes, 13 de diciembre de 2010

Memorias de un hombre común

Diciembre veintiocho de dos mil seis
Día de inocentes. Hoy se exalta esa virtud que se pierde con el primer pajazo. Después todos somos culpables, como dicen por ahí unos nerones que no se lavan las manos aunque sí sus fortunas. No hay día de culpables porque no es una virtud de pocos, así todos no alcancen a incluirse. Quedan inocentes y con estos hacemos la fiesta.

Al maestro Aranda, herrero, le preguntaron por teléfono que si tenía huevos de plomo. El maestro, más inocente (¿inocente?) que un ganso, dijo que no; que por la artritis tenía que caminar lento y encorvado.

-Aló ¿El señor Próculo González?
-Sí, a la orden.
-¿Me puede decir cómo se escribe su nombre?
-Pues mire, zoquete, primero ponga Pro y después pone el culo.



Más allá de la Calle del Cacho, yendo para Pandiguando, quedan las colchonerías. Para un veintiocho de diciembre gente desocupada, que hay hasta en los parques, le cambió el aviso a una colchonería que quedó así:

         COLCHONERIA EL COLCHON
SE HACEN COLCHONES ACOLCHONADOS
         REBAJAS DEL 20% Y NO ES PAJA.

También le cambiaron el aviso a una panadería:

         PAN CON VENDAJE
         PAN  A  VEINTE
         VENDAJE A CINCUENTA