lunes, 13 de septiembre de 2010

Memorias de un hombre común

Noviembre quince de dos mil seis
Faltando casi un año para las elecciones de alcalde de Popayán, comienzan a salir unos auto-candidatos que nosotros no sabíamos que existían. Son más desconocidos que un billete de cincuenta centavos. También aparecen otros a los que conocemos lo suficiente como para no votar por ellos. De estos últimos es bueno registrar los antecedentes familiares para que vean la catadura que nos pretende gobernar.

Uno de los candidatos tuvo un tío allá en las lejanas tierras del sur. Lo particular de ese tío era que tenía un hijo entelerido, más pendejo que el tal Dawn -ojo que eso se hereda-. En esos tiempos el viaje Balboa Popayán lo hacía un solo bus que salía a las ocho de la mañana; ese mismo bus regresaba al otro día de Popayán a Balboa a las tres de la tarde. En otras palabras, de Balboa apenas se podía salir cada dos días. Pues bien, el señor Ortega, que así se apellidaba el antecedente, tenía listas las maletas quinientos metros más abajo del pueblo para viajar a Popayán con su hijo zoquete. Pero le dio por tomar café y entró a la casa por una tacita, advirtiéndole al hijo que le avisara cuando pasara el bus. Estaba terminando el cafecito cuando apareció el hijo que le advirtió:     “Papá, pasó el bus”.   

Otro candidato tuvo un primo que era concejal de Popayán, pero ese primo era más ordinario que computador con chumacera. Por aquel entonces había un concejal de apellido Concha que tenía  dificultad para mirar por el ojo derecho, por el izquierdo miraba todo al derecho. El ordinario, que no digo el apellido porque de inmediato lo identifican, pidió la palabra en pleno recinto del Concejo para decir: “Estoy totalmente de acuerdo con la posición del honorable tuerto Concha”.

Uno más -de los actuales candidatos a la alcaldía de Popayán- tuvo el abuelo con el agravante de que exhibía un evidente parecido con el papá de la yegua más querida de la casa. Una vez fue a comprar para esa misma yegua una jáquima y el expendedor le dijo: “¿Se la envolvemos o la lleva puesta?” No sobra decir que el expendedor se escapó por una puerta lateral antes de que le llegara el primer madrazo.

Ahora que me acuerdo, aquí en Popayán tuvimos un representante a la Cámara, gran jurista, quien también tenía su defecto físico. No estoy seguro de que alguno de sus descendientes se haya lanzado de candidato a la alcaldía, aunque por allí suena uno con su apellido. No nos disgustaría, porque debemos reconocer que la inteligencia también se hereda.

El antedicho jurista estaba en una reunión social, y como ustedes saben, ya en tragos algunas personas se consideran con licencia para intimar con las personas prestantes. Uno de estos personajes le preguntó a nuestro ex representante:

-¿Doctor Prado, usted no se enoja cuando le dicen tuerto?
-No, yo no me enojo. El que se enoja es el otro cuando le digo hijueputa.