lunes, 1 de junio de 2009

Memorias de un hombre común

Marzo dieciocho de dos mil seis

Mientras escribo, estamos en procesos electorales para elegir representantes a las cámaras legislativas. Hay candidatos para todos, pero no hay electores. Algunos aspirantes al Congreso son tan ignorantes que ignoran  la inteligencia de los posibles votantes y lanzan frases huecas como: “La fuerza que decide”. Hasta donde alcanzan mis entendederas la fuerza no decide, la fuerza se impone. Había por ahí una candidata que era más realista y el eslogan de su campaña era: “En defensa de lo nuestro”. En la fotografía de la aspirante aparecía toda su familia, papá, mamá, esposo, hijos, sólo faltaba el perro. Creo que ella ganó porque el mensaje que llegó a sus electores era que defendía a su familia y si no salía electa pues se iban a la quiebra. En este caso el electorado fue solidario con ella y además le premió su franqueza. Después del éxito de esta candidata seguramente veremos en el futuro a otros ganadores con la misma fórmula y frases impactantes como: “Vote por mí, que estoy en la ruina”, “Quiero poner un negocio, vote por mí”, “Mis hijos quieren entrar a la Universidad, vote por mí y ellos irán”. Y si las cosas se degradan al extremo, es posible que veamos invitaciones a votar todavía más agresivas como: “Soy corrupto, vote por mí y haremos un gran negocio”.

 

Había también candidatos cándidos cuando en su publicidad decían: “Habla con la verdad”. Hasta donde sé, en política las verdades son relativas, no absolutas. Lo que para un político es verdad como por ejemplo aseverar que la causa de la pobreza está en el sistema político, para otro la causa está en el sistema económico y ambos tienen razón desde su concepción política. Bueno, me puse trascendental. Mejor no sigamos hablando de política, porque corremos el riesgo de ponernos de acuerdo.

 

Más bien sigamos repasando la publicidad de las campañas que es más frívola y se presta para rajar, que es nuestro deporte nacional. Me llamó la atención una valla inmensa que decía: “Todo se puede”. Este candidato no fue elegido, por lo tanto se cumplió la frase, todo se puede, hasta “quemarse”. Otra rezaba: “Honradez y trabajo”. Si fuera por honradez y trabajo, todos los colombianos de este y del otro montón saldríamos elegidos.     

 

Finalmente me acuerdo de una publicidad que reiteraba la salida de las ratas del Congreso. Según las últimas noticias,  el aspirante a la reelección como senador -titular de esa campaña-  no salió reelecto, entonces uno se pregunta: ¿salieron todas o algunas ratas del Congreso?

 

Hechas las sumas y restas y el consabido balance, la abstención alcanzó un guarismo de setenta por ciento. Esto quiere decir que el día de elecciones la inmensa mayoría de posibles electores le concedió más importancia a rascarse las partes más sensiblemente placenteras del cuerpo boca arriba, que a participar de un sistema democrático con el que no está de acuerdo.

 

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